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Las 6 Rutas Naturales más sorprendentes de Alicante

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Sol, playa, buen tiempo, una gastronomía de primer nivel y rutas azules. La provincia de Alicante esconde sorprendentes parajes en los que el agua es un espectáculo y paisajes de singular belleza esculpidos por el agua a través de los siglos. Las Rutas Azules constituyen una propuesta para que el viajero descubra estos valores naturales y para que los alicantinos conozcan y disfruten mejor de su patrimonio hídrico.

Estos recorridos prestan una «especial atención al papel del agua y del ciclo hidrológico e hidrogeológico en la provincia». Según explica la Diputación de Alicante, «esta riqueza hídrica no alcanza únicamente a sus recursos de agua, sino al paisaje que esta ha modelado; siendo la naturaleza de los ríos vertientes al Mediterráneo una de las características más importantes pues diferencia claramente los ambientes contemplados en estas rutas». Ello unido a los terrenos que atraviesan, de gran variedad geológica, con muy alta presencia de acuíferos, confiere a estas rutas un encanto particular para cada una de ellas. En los paseos por estas rutas se pueden encontrar rincones desconocidos para la mayoría. Los propios alicantinos y los visitantes podrán disfrutar del contacto con la naturaleza en unos caminos muchas de la veces fuera de las rutas turísticas convencionales e incorporando a su acerbo cultural aspectos ligados a la vida rural y el agua.

1Fotografía: Francisco Haro

Ruta 1: Alto y Medio Vinalopó

El viajero acompaña al espíritu errante y sufrido del río que más longitud recorre en la provincia, el Río Vinalopó. En este periplo disfrutaremos de bellos bosques de ribera en torno a la Font de la Coveta, en el nacimiento del río Vinalopó, observaremos extensos cultivos de vid, hortalizas y frutales del amplio Valle de Benejama y Huerta de Villena; contemplaremos reflejos de atardeceres y amaneceres en las multicolores lagunas de los Saleros de Villena; admiraremos entornos áridos y arcillosos que rodean a las surgencias en pleno cauce del Vinalopó a la altura de Novelda y nos rodearemos de otras muchas sensaciones que nos seducirán durante todo el camino. Se trata de una ruta de 78 kilómetros que propone paradas en siete enclaves de especial interés y tres pequeñas excursiones de pequeño recorrido para realizar caminando o en bicicleta.

Ruta 2: Bajo Vinalopó y Bajo Segura

Larga ruta, de unos 120 kilómetros que atraviesa Albatera, Orihuela, Los Montesinos, Torrevieja, Guardamar del Segura, Santa Pola, Elche y Crevillente, enlazando interesantes enclaves próximos a la desembocadura de los ríos Segura y Vinalopó. Circulando por paisajes tapizados de cultivos, nos encontraremos inmersos en una policromía originada por la variedad geológica de la Rambla Salada; apreciaremos la infraestructura tradicional de regadío en el entorno de los sotos restaurados del río Segura; transitaremos a unos metros del embalse de la Pedrera y por el cordón de dunas que envuelve la desembocadura del río Segura; finalizando el recorrido en los Parques Naturales de las Lagunas deLa Mata y Torrevieja, las Salinas de Santa Pola y El Hondo de Elche y Crevillente, de enorme riqueza biológica. En la lucha continua de captar y retener el agua, se han llevado a cabo notables obras de infraestructura hidráulica que han modelado el paisaje. Se encuentran a lo largo de la ruta cauces fluviales y humedales, azudes, canales, azarbes, muros de contención, norias, o balsas que testimonian el permanente dominio e interés del hombre sobre las aguas. Además, la necesidad de ganar superficie de cultivo para abastecer y mantener a la población plagó esta zona, desde hace siglos, de azarbes que drenan el agua de antiguas zonas inundadas, y que a lo largo de la ruta se van atravesando.

Fotografía: Juan Carlos

Ruta 3: Ríos Guadalest y Algar

Descendiendo de las cotas más altas de la provincia hacia la costa, se apreciará el contraste de los ambientes. El itinerario, de espectaculares vistas panorámicas y con recorrido de unos 58 kilómetros, atraviesa los municipios de Confrides, Benifato, Beniardá, Benimantell, Castell de Guadalest, Callosa d’en Sarriá y Bolulla, teniendo como marco el valle del río Guadalest y su embalse, el castillo de Guadalest en lo alto del macizo rocoso y las sierras de Serrella, Aixortá y Bernia. Paisajes que contrastan, desde de las montañas altas de Alicante, habituadas al frío y a la nieve en época invernal, a los parajes de costa y playas, máximos exponentes del turismo mediterráneo. Este contraste se traslada igualmente a otros aspectos como la flora, fauna y la agricultura. La actividad agrícola durante el recorrido, transita de un entorno de almendros y cultivos de secano a otro de nísperos y cítricos, en el tramo más bajo de los ríos Guadalest y Algar.

Fotografía: Eugeni Giner

Ruta 4: Marjal de Pego-Oliva. Ríos Bullens y Racons

En esta ruta, la presencia del marjal domina el medio, con hermosos lugares para descansar y atractivas playas para disfrutar del baño y del sol. Esta ruta propone un recorrido de unos 30 kilómetros por el humedal, al norte de la provincia de Alicante y junto al mar, que se extiende por una llanura rodeada de las sierras de Mustalla, Migdia y Segaria, y recorrida por los ríos Bullens y Racons. La ruta se puede hacer en automóvil, aunque lo más recomendable es la bicicleta, ya que es llana y, en general, transcurre por caminos cómodos y únicamente con algunos puntos en los que hay que tener precaución con el tráfico rodado.

Ruta 5: Río Agres

Rincones mágicos de agua y fuentes en tranquilos bosques, que nos trasladan a otra época. Algo menos de 9 kilómetros entre los municipios de Agres y Alfafara, en el extremo norte de la provincia de Alicante, que nos conducen por la riqueza natural de la vertiente norte de la Sierra Mariola y valle del río Agres. Podremos contemplar molinos harineros construidos en plena roca, numerosas surgencias en la ladera de la Sierra de Mariola que van drenando el acuífero de Agres, rincones acondicionados en torno a manantiales y caminar por las antiguas calles de los núcleos urbanos de Alfafara y Agres, con fuentes y lavaderos todavía en uso cada pocos metros. En esta ruta, como en ninguna de las demás, podemos trasladarnos a otra época, a principios del siglo XX, en la que el silencio del valle del río Serpis solo era roto por la máquina de vapor del tren Chicharra, y descubrir un valle con unas poblaciones nada afectadas por el desarrollo industrial y urbanístico.

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